viernes, 17 de febrero de 2017

El bosque


Sorprendentemente aprendió el bosque a sobrevivir podrido y en enfermedad.
Se mantenía en este estado como el mas normal de los suyos.
Desarrolló habilidades extraordinarias para ocultar su penoso estado.
Se llenó de capas de brillo plástico y fosforescente para deslumbrar la realidad.

Llegó incluso a estar orgulloso de su putrefacción.
El resto de los montes quisieron imitarle.
Pronto todos ellos vivían corrompidos e infectados.
Pero era lo mas normal.
Era demasiado normal.

Eran las partículas de aire viejo y muerto las que de repente una y otra vez de manera incansable infectaban todo aquello a lo que se acercaban.
Llegaron a pensar que estar verde y frondoso era la verdadera enfermedad.


Un día y por accidente una pequeña llama empezó a arder.
El hambre del fuego crecía cuanto mas engullía, cuanta mas podredumbre devoraba.
Y entonces aprendió  el bosque al incendiarse  a brillar.
La frenética violencia con la que se abrasaba el bosque hacia la luz mas brillante y preciosa.
Y entonces aprendió  el bosque al incendiarse  a brillar.
Y cuanto más dolor por las quemaduras el fuego le producía mas alivio y liberación sentía.

Y entonces aprendió el bosque que solo ardiendo podía brillar.
Que única y exclusivamente podía iluminar su alrededor y a los de su alrededor cuando se calcinaba.
Y su luz era un baño de luz y esperanza en el que uno hubiera deseado quedarse atrapado.

Aprendió el bosque al incendiarse que  sus cenizas, caldo de la muerte eran el alimento de la vida.
Aprendió el bosque al incendiar que su tierra árida y gris estaba ahora llena de nuevas y diferentes oportunidades.

Aprendió el bosque al incendiarse a brillar.